Motivado por los profundos análisis de Ernesto S., referidos
a la realidad de la novela, me dispongo a contar una historia. La espumosa
malta me acompaña, al igual que unos murmullos de futbol que resuenan desde el
televisor (-para todos-). Trago tras trago, intento hilvanar mis ideas para
darme lugar en una exploración interna, indagando; para luego, germinar con la
tinta los secretos profundos de mi corazón y así lograr la empatía con el
lector. Lo paradojal del asunto, reside en el hecho de sacar boleto en el
exterior para un viaje interior, ¿no?
No
intento explicar lo que entiendo de “El escritor y sus fantasmas” debido a que
la filosofía es una ciencia que, me temo, no entiendo. Bha, no estoy seguro que
sea una ciencia. De todos modos, no reconozco sus terminologías y estructuras
como tangibles. Mas no puedo negar que cuando, con curiosidad, indago
periféricamente un ensayo como este, resulte mi espíritu completamente
estimulado y revuelto.
La
intención del actual trabajo consiste en continuar con la sistemática
ejercitación que he venido desarrollando, desde hace un tiempo, en virtud del
Taller de Literatura al que acertadamente concurro y agregarle este plus
incorporado por el amable ensayo escrito por Ernesto.. por tal, estableceré una
actividad sencilla que, acompañada por mi imaginación, permita plasmar en el
papel mi más profundo anhelo: ser libre. El estilo del texto será “literatura
policial” y el tema “violencia de género” en aras de “violencia familiar”.
Así, el
eje de la historia es un crimen cometido hace varios años atrás; ¿Cuándo?,
cuando yo tenía doce años de edad; ¿Dónde?, en la casa de enfrenta, donde vivía
el señor V. con su bellísima esposa, la señora J.U.Anna V., y su pequeña hija;
¿Quién soy?, un joven muy tímido e introvertido quien, en aquel momento, se
encontraba en las puertas de la adolescencia, con una existencia chata. Con un
hobby, por supuesto: el modelismo estático de automóviles. Por aquellos años,
contaba con una colección de sesenta y tres piezas Display; en la actualidad
cuenta con más de setecientas piezas en escala 1:24; no solo Display, sino
también, -Para armar- y Scratch building. Soy un fanatizado por los autos
Muscle car y los Hot rod; soy Diogo Acapello.
Recuerdo
mi fascinación por la señora J.U.Anna V. y como me encontraba perdidamente
encantado, no solo por su belleza física, sino también por la luz que ofrecía
desde su interior. Debido a que mis padres se abocaron siempre y de forma
exclusiva a su vida profesional, nada impedía que la vigilara y la contemplara
en secreto desde el interior de mi hogar. Ella era la emperatriz de las
fantasías que me autoestimulaban. Recuerdo, también, la tormentosa noche en que
fue asesinada. Lo recuerdo porque vigilaba desde mi cuarto, sentado en mi
escritorio, que queda en la planta alta de mi casa y cuya ventana otorga una
panorámica perfecta de la casa vecina. Deduzco que aquella noche, la señora V
había decidido abandonar al señor Antonio V. Basé mi conjetura, la cual
sostengo aún hoy, en los hechos, movimientos y discusiones divisadas a través
de unos generosos binoculares. También los conservo. Después de aquella noche,
no volví a ver a la señora V.
Se
rumoreaba, entre los vecinos, que el señor V, a pesar de ser muy sociable y,
hasta puede decirse, de carácter fraternal, era una persona violenta, celosa e
impulsiva. Después de la misteriosa desaparición, envió a su pequeña hija a
vivir con sus abuelos maternos, quien, atiéndase el detalle, a partir de aquel
traumático episodio no volvió a hablar, acentuándose su timidez y carácter
introvertido. Por un período de ocho meses, el señor V, insinuó una desolada
depresión ocasionada por el supuesto abandono de su joven esposa. Con treinta y
dos años de edad Ella desapareció de mi vida y estoy convencido que su esposo
la asesinó. Nunca pude probarlo.
No se
puede negar que el señor V es portador de un exquisito gusto en cuanto a la
belleza femenina, puesto que trece años después de aquella furiosa noche, se
casó con una hermosa mujer; la cual resultó ser la psicóloga que lo ayudó a
superar su supuesto penar. Ella es una mujer de rasgos y características
personales similares a las de la desaparecida señora V.
En la
actualidad continúo vigilando a la familia que mora frente a mi domicilio; y
gracias a que mis progenitores mueren, puedo ocupar mi tiempo en un exhaustivo
seguimiento en pos de esclarecer aquel impune crimen. Esto gracias, también, a
la abultada herencia otorgada por mis difuntos padres; la cual permita el
cómodo desarrollo de mi profesión desde mi domicilio. Es mínima mi necesidad de
abandonar el hogar.
En los
últimos tiempos he notado una particularidad que ha llamado a mi atención y se
ha despertado, en mi pecho, un sentimiento muy parecido a la preocupación. La
joven psicóloga emana de su femenina hermosura un brillo especial, haciéndola
figurar como una criatura mágica de visita por esta realidad. Sumado a esto,
sus curvas se han pronunciado sutilmente, colocándola en la cima de la belleza.
Hasta su cabello perece el de una diosa estelar. Estos rasgos son similares a
los que hube notado en la preciosa señora V en los tiempos que precedieron a su
fatal desaparición. Esta similitud me sugiere el inminente desarrollo de hechos
violentos y catastróficos. Considero que ha llegado el momento de abandonar
esta pasiva conducta y prevenir a la psicóloga de su futura muerte.
Armándome
de valor salgo de mi cueva y acudo al socorro de la desprevenida. Golpeo a su
puerta y ella me atiende con una hermosa sonrisa en su rostro. Me invita a
pasar y sin pérdida de tiempo le hablo acerca de mi preocupación. Su mirada se
mantiene segura hasta que menciono la característica recién mencionada. A
partir de allí, su semblante cambia y su cara muestra un dejo de preocupación.
Ella me habla de su actual y delicado estado; casualmente, el mismo que
afrontaba J.U.Anna al momento de
marcharse. Antonio era muy violento en aquellos tiempos.-Agrega.- Ahora está
clínicamente controlado.
Sobre
la mesa de jardín que se encuentra en la galería, donde platicamos, la cual
está junto a la silla mecedora donde la, ahora, preocupada psicóloga está
sentada, veo unos libros: uno es una antología de cuentos de Borges, abierto en
“Los dos que soñaron”; y el otro es “El alquimista” ,de Cohelo. Veloz y
acertado, deduzco que se encontraba corroborando uno de los numerosos plagios,
del brasilero escritor, al momento de mi llegada. Esto me ilumina y súbitamente
encuentro la luz de la verdad. La idea de tesoro enterrado es totalmente
aplicable a este asunto. Explico: el tesoro de Santiago, en “El alquimista”,
está enterrado bajo una planta de café. Este dato es inductor. Agitado indago
con mi mirada en el paisaje y veo una vieja higuera, fatigada, en el patio.
Cuando establecí el eje de la historia, no hube planteado este decisivo
detalle, el cual indica que si cavo alrededor de la higuera encontraré un
cadáver. El universo conspira en mi favor. Le comento a la totalmente
preocupada psicóloga mis análisis e intenciones y ella se hace eco de mi
intriga.
Con
pico y pala cabo incansablemente alrededor de la vieja planta. Al cabo de
varias horas de arduo trabajo mi decepción es enorme. No encuentro nada y para
cuando Antonio V llega a su casa, en compañía de su hija, la planta está caída
y los montículos de tierra que rodean al descomunal pozo hacen ver al patio de
la casa como una pista de bici-cross. Sin permitirme ofrecer mis excusaciones,
el señor V me despide violentamente de su casa. ¡Muy violentamente! Puños duros
y certeros sobre mi rostro. Retrocedo y me cubro; pero sus desbordes son
totalmente violentos. Me somete. Me acobardo.
Nuevamente
acudo al resguardo de mi solitaria cueva; ¡mierda!, al final de todas las
cuentas, resultó ser violento el hijoe`puta. Sabía lo que hacía. Controlado
casi me mata. Me abusé y se cortó la cuerda. Nunca hube imaginado tal
desenlace. Pensé, la imaginación mía iba a manejar la situación como una
profesional; en cambio, todo sobrevino en catástrofe: en el universo creado por
mí, la naturaleza no conspiró a favor de mi fortuna. Resulta, espontáneamente,
que estuve ilusamente convencido de
tener el control de mis sentimientos y deseos.
Esta
omnipotente obsesión de carácter J.U.Annesco resulta generar, según la
influencia de Ernesto S., una antítesis o contra-utopía llamada Antonio V, la cual acuna el vacío de
una viciosa mala-palabra; violencia. Ni la frescura de mi malta mitiga el
desconcierto en el que, asombrado, me encuentro. “Las cosas no son como las
vemos, las vemos como somos”. Ella era una mierda. Se marchó porque no tuvo
cojones. Un raspaje y armó las maletas. Nada de Mambo Negro para el verano; y
yo, ¡un pajero de mierda!
La hija
de puta se tomó el palo y le chupó un huevo desaparecer de mi vida. Esta puta
ninfa me dejó sin utopías. Estoy vacio y en la oscura soledad de mi habitación
consumo mi vida en una pitada de tabaco. Sos la peor mierda J.U.Anna;¡ por hija
de puta habría que cagarte matando!
Autor: Diogo Acapello.
Colaboración especial: Max Power G.