domingo, 1 de abril de 2012

Ponete cómodo


                Una fría madrugada, volviendo a casa, entré a un prostíbulo. Era uno de esos en donde hay una “Madame” que es quien presenta a las señoritas, tú eliges, abonas y coges. Me pareció desagradable el sistema, pero ya estaba en el baile. Era en un primer piso y en la escalera, a mitad de camino había una reja. Desde allí se podía ver una ventana con un vidrio, de esos que ves solo desde adentro y del otro lado parece un espejo. Me tomé con ambas manos de los barrotes y esperé manso.
-          Hola, buen día. Escuché desde adentro. ¿Qué desea?
No estaba seguro que fuera un prostíbulo, de esos que son mencionados en los relatos de mis compañeros de trabajo: - Una señorita. Respondí con una vos chillona, casi afeminada.
                Una vez dicho esto, me permitieron el paso y afronte una picaresca aventura, solo, ingenuo y decidido. La Madame me aguardaba en el portal de la puerta de ingreso. Me hizo pasar a una habitación donde había un armario, un viejo espejo, una cama de dos plazas, tendida,  y un sillón. Opté, entonces, por sentarme cómodamente en el sillón y mirando a los ojos de la adulta mujer, aguardé expectante.
: - Ahora te presento a las señoritas. Las tarifas son: $ cien la media hora, servicio completo, con una eyaculación; $ doscientos la hora, servicio completo, con múltiples eyaculaciones; y $ trescientos ídem al anterior más la cola. Ahora es el turno de las chicas. ¡  Ponete cómodo! Y se marchó de la habitación.
                Cuando me encontré solo pensé en sus últimas palabras, “ponete cómodo”. Yo me sentía a gusto pero pensé, debe ser que debo estar más cómodo; entonces aflojé los cordones de mis botas, desabroché mi pantalón, abrí mi campera y mis brazos, apoyándolos sobre el respaldar del sillón y me puse más cómodo.
De repente apareció, sexy, la primera señorita, me saludó con un beso en el cachete, dio un giro, mostró sus curvas y se retiró pronunciando su nombre seguido de, : -¡ Ponete cómodo!
¡Puta madre! – pensé;  ¿Cuánto más cómodo debo estar?, me late que las sabandijas que acuden regularmente a estos oscuros lugares deben ponerse muy cómodos. Decudí sin titubear sentarme en la cama, quitarme las botas, despojarme de la polera de lana, luego de quitarme la campera jean. Repentinamente apareció la segunda señorita y también me saludó con un beso. Cuando se alejaba, sacudiendo sus trasnochadas carnes y su lencería erótica, dijo con voz ronca: - Me llamo Tamara. ¡Ponete cómodo!
                -¿Qué mierda pasa en este lugar?, ¿parezco un sujeto incómodo?, pues parece que sí. Luego trabajaré ese asunto. Ahora verán, tumbadas, cuan cómodo me pondré. Me saqué la camiseta desnudando mi pecho y mi rosario de madera con la cruz invertida, también de madera. Lo sé, actuaba como hereje; actualmente hemos evolucionado en nuestra relación, Dios y Yo; por mi parte elijo no creer ni en Dios ni en Diablo. Adapto la literatura de la Biblia a la existencia del Sol, fuente de Luz y de Calor; también me quite pantalones y calzones, quedándome con los zoquetes puestos.
                Al entrar la tercera y última señorita, ella se rió sorprendida exclamando alegremente: -¡Veo que te has puesto cómodo! Me dio un cariñoso beso en la mejilla, me dijo su nombre y se retiró.
                Nuevamente me quedé solo y esperé, disfrutando del estado genial otorgado por las sustancias psico-activas que hube ingerido aquella noche. Desorbitado observé que se me acercaba la Madame. Arrastraba una mueca burlona en su rostro y descarada me preguntó: -¿Te has decidido por alguna?
-Por la tercera, respondí y le aboné una hora de servicio completo con una eyaculación.
-Ok pibe. Vístete que es en la otra habitación –me dijo guardando el dinero mientras se retiraba de la habitación.

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