martes, 8 de noviembre de 2011

Cuadro.


          Nuevamente borracho, caminando por las pintorescas calles de mi plano universo. En rigor, todo yo, las casas, el aire, el follaje de los árboles y las balizas de los patrulleros, son del mismo aceitoso pigmento. Los matices y los juegos lumínicos son los que definen los contornos y las interiores naturalezas. Esa piedra, al igual que yo, muerta sobre el lienzo, no respira; un momento, yo no estoy muerto, yo respiro. ¡Estoy vivo!, estoy borracho.
          Me tambaleo y rozo mi hombro sobre las paredes de las casas, sobre los postes, sobre las estrellas. Ofendo, consiente, al artista creador, quien se esfuerza por comprender mi conducta. Yo vomito Látex y un poquito de Fortex; siempre doy la nota que tonifica la vergüenza.
          El plano universo de este cuadro se ofrece multidimensional. Es decir, se le agrega al plano la fantasía –como dimensión, ¿me explico?-, la decisión, la ilusión, la involución y unas cuantas cosillas más. No se requiere definirlas a todas para poder disfrutarlas o ahogarse en ellas. La ilusión óptica de mi razón no es más que un conflicto existencial del artista.
          Miro hacia atrás y a mi paso voy manchando y arruinando el propósito genial de una obra exquisita. Mis pasos no hacen más que arruinar mi futuro. Desvarío y aturdido descarrilo. Me expongo insensatamente y camino por el marco del cuadro. Es excitante, pero vacio. En el marco no puede olerse la pintura. Inevitablemente, en un descuido, tropiezo y me caigo de mi cuadro
          A tempranas horas de la mañana entraron a la galería de arte los uniformados con las armas en sus manos. Los dueños de la galería aguardaron en la vereda. Al entrar se encontraron con un masculino, de unos treinta años de edad, totalmente ebrio. El malviviente se encontraba envuelto en  sus propios vómitos y eses y manchado con los colores de los oleos del cuadro que arruinó durante su incansable noche.
          El masculino fue trasladado a la dependencia policial más cercana. Allí, fue puesto a resguardo. Al insistir, incansablemente, con absurdas incoherencias actuó de oficio el fiscal y lo derivó al Neuropsiquiatrico.
          La pérdida sufrida por la galería de arte fue de importancia; un hecho lamentable. Por otra parte, aún hoy, el masculino insiste con los mismos delirios. Según los profesionales del nosocomio responsables de su cuidado, suplica le permitan regresar a su cuadro. Asegura, dicen, vivir sin sus alas resulta eternamente doloroso.

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